Que te pasen al último lugar es duro. Que lo hagan después de que otra hermandad haya protestado por carta para evitar su castigo es doblemente duro. Si encima te obligan a salir hora y cuarto más tarde y a entrar cerca ya de las tres de la mañana, tiene todo el sentido del mundo alzar la voz y reclamar que los sacrificios sean compartidos más aún cuando tradicionalmente sueles echarte sobre tus espaldas los retrasos que te dejan, precisamente, las cofradías que se han salvado de la quema. Por eso se entiende la queja del Cristo de Burgos, como la de las Siete Palabras o la del Buen Fin, a quien, además, le obligan a estar mucho más tiempo en la calle.

Pero todo tiene un límite. Jugarse la última carta apostándolo todo al Cecop, apelando a la seguridad para evitarlo, es un tremendo error de incalculables consecuencias.

Hablar de masificación en una zona tan amplia como la plaza de San Pedro y la calle Imagen porque por allí se crucen dos cofradías como son el Cristo de Burgos y el Carmen es absurdo, como lo es señalar que por la puerta de Doña María Coronel no pueden acceder tal cantidad de nazarenos. La cifra es de unas 630 personas -apunta la hermandad-, las que se quedarían atrapadas en el interior de la parroquia «al estar bloqueadas» las dos vías de evacuación principales, como son las puertas del templo, al estar pasando otra cofradía por delante. Menos mal que no son los 2.000 del Gran Poder.

El Cristo de Burgos le ha pedido a un policía que le redacte un informe técnico que, de aplicarlo al resto jornadas, sería el fin de la Semana Santa tal y como la conocemos. ¿Se imaginan que la O se acoge también a la Ley de Espectáculos Públicos para evitar tener que esperar a que el Cachorro pase por delante del templo el Viernes Santo? ¿Y si los Panaderos hubiera recurrido a esta vía para evitar que le ocurriera lo mismo que a la de San Pedro, cuando por su puerta ha tenido que dejar pasar precisamente a ésta y a todo el Miércoles Santo, y luego tener que dar un rodeo hasta la Alameda para evitar frenar a las que vienen por detrás?

Lo más irrisorio es la parte del informe en la que se refiere a la normativa sobre 'Condiciones de los establecimientos', en relación a que aquellos que acojan «espectáculos públicos o actividades recreativas» tienen que reunir las medidas «de seguridad, higiene, sanitarias, de accesibilidad y confortabilidad, de vibraciones y de nivel de ruidos» y de evacuación. Señalar esto es algo así como levantar la alfombra para que se descubran los defectos que tiene la formación de todas las cofradías en sus templos: las apreturas que se viven en el interior, el encendido de los cirios, el calor que se soporta dentro de las iglesias, los participantes cubiertos con un antifaz... y gracias a que no hay que desalojarlos por cualquier emergencia.

La Semana Santa tiene una serie de condicionantes que no pueden compararse a un espectáculo público al uso. Se intuye que tiene una serie de particularidades diferentes a las de un concierto o un partido de fútbol, por lo que apelar a las mismas normativas que deben regir en estos espectáculos es crear un precedente peligrosísimo. ¿Se cumple la seguridad en el interior de las capillas más pequeñas o incluso en los grandes templos que acogen cofradías de miles de nazarenos? Mejor ni plantear esa pregunta, sobre todo si el primer interesado en la supervivencia de la celebración eres tú.

En estas semanas se han leído comunicados incendiarios contra el Consejo y el resto de hermandades del día calificándolas de insolidarias, cartas denunciando contubernios y falta de transparencia en la negociación de las reformas de las jornadas, declaraciones en caliente de hermanos mayores evitando que le cambien una calle o que la condenen al último lugar. Todo eso entra dentro de este póker que supone el arreglo de una celebración cuyas costuras han estallado y que, si se quiere evitar un cambio radical de modelo, es necesario que haya sacrificios, compartidos o no. Pero romper la baraja y apostar un último as en la manga pidiendo a la autoridad civil quizá conseguirá ganar la partida... pero también que se desmorone el castillo de naipes sobre el que se asienta la Semana Santa.

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